Mi jarrón de cerámica, el de siempre. En un principio fue blanco, más adelante bronce y finalmente con reflejos dorados. Aunque su verdadero final, fue terminar roto. Ya había tenido algún que otro desconchón pero en esta ocasión el entuerto era grande para arreglar.
Imaginación al poder. Lo fácil hubiese sido comprar uno nuevo, pero dónde estaría la gracia de dar vueltas al coco y al reciclado.
Una garrafa de agua de 5 l, desprendida la parte superior, forrada con palos de madera y cuerda. Ese es el resultado, el nuevo lugar donde van a reposar la mezcla de flores secas, y algo más.
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