Tras la pandemia, los tiempos posteriores con restricciones, las variantes covid, la viruela del mono, la guerra de Ucrania con el dichoso Putin, nuestro querido Gobierno con sus subidas de luz, la gasolina por las nubes, el IPC, y un muy largo etc.
Al no saber que futuro incierto e inmediato nos espera, estamos desatados. Los aeropuertos llenos de viajeros, la hostelería en pleno apogeo, grandes eventos y celebraciones, las playas a tope. Las terrazas llenas desde horas tempranas. Todos queremos salir, disfrutar y vivir.
Lo que se avecine en los meses venideros, a partir de septiembre con la vuelta al cole, al trabajo, a lo cotidiano, a mirar el bolsillo más vacío que nunca, las reservas escasas o nulas, nos dejarán despavoridos. Pero hasta entonces no puedo más que decir, vayas donde vayas, todo está completo.
No he visto más gente, a estas alturas de mes que la que hay ahora, por todos sitios. Lo que venga el mes de agosto será de auténtica locura. Todos queremos salir, disfrutar, vivir con ansia, como si no hubiese un mañana. El hoy por hoy.
Disfrutaremos del verano, de las intensas olas de calor que nos sacuden y de todo cuanto podamos hasta que llegue el momento de recular y sosegarnos.
Como se suele decir, hasta que el cuerpo aguante o mejor dicho el bolsillo.
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