El pasado fin de semana tuvimos la ocasión de ir a Córdoba, hacía más de 30 años que no la visitaba, estando tan relativamente cerca, resulta imperdonable.
Fui con mi marido y unos amigos y lo pasamos muy bien, el tiempo acompañó muy positivamente, normal con este invierno tan cálido que estamos disfrutando en todos sitios.
Fui con mi marido y unos amigos y lo pasamos muy bien, el tiempo acompañó muy positivamente, normal con este invierno tan cálido que estamos disfrutando en todos sitios.
Paramos en el hotel Los Faroles de la cadena Macía que está muy céntrico, pero para ser de 4 estrellas no anda muy extraordinario, los hoteles ya no son lo que eran. Pudimos visitar la impresionante Mezquita, sus alrededores, el puente romano donde al otro lado había una recreación medieval, el Alcázar, las callejas y patios de flores, etc. Muy bonito y agradable a la vista. Y ¡cómo no! la visita gastronómica también nos resultó maravillosa.
Un rico bacalao frito en el Caballo rojo. Un gran almuerzo en el restaurante El Churrasco donde ya resulta insólito el lugar con habitáculos arriba abajo derecha izquierda, comedores pequeños y grandes, patios cubiertos de la misma línea, un auténtico laberinto. Al parecer eran varias casonas unidas que mantenían la estructura, original sin lugar a duda. Pudimos degustar unas magníficas viandas típicas cordobesas como el rico salmorejo, rabo de toro, flamenquín, churrasco, alcachofas en oliva... lo más destacado del lugar. Todo ello regado con un buen vino "Muga", no se merecía menos.
Por la noche de tapeo en los aledaños de los muros de la Mezquita, donde pudimos ver las famosas tortillas de patatas de casa Santos, aunque no llegué a probarlas porque el sitio en sí no me atrajo mucho, algunas veces es más la fama que se da a un sitio que lo que se merece, lo espectacular es el tamaño no cabe duda, y como no la probé no puedo decir si buena o mala.
Llegamos a las bodegas Campos, un estupendo lugar antiguo que ha sabido mantenerse y modificar todo lo necesario para actualizarse y no perecer, un jamón ibérico inmejorable y una ensaladilla rusa rica-rica. Estas bodegas me hicieron sentir la nostalgia de las que había en mi querida Granada, como las bodegas Muñoz, Natalio y el desaparecido Suizo. Tenían que haber renacido y haber mantenido ese sabor antiguo sin desaparecer por completo. Finalmente terminamos en la Taberna Salinas, donde completamos la degustación gastronómica con una esparragada con huevos, tortilla de patatas y flamenquín. Y como no somos de copas y estamos de viaje, de vuelta al hotel para levantarnos pronto y desayunar tranquilamente para seguir ruta.
Llegamos a las bodegas Campos, un estupendo lugar antiguo que ha sabido mantenerse y modificar todo lo necesario para actualizarse y no perecer, un jamón ibérico inmejorable y una ensaladilla rusa rica-rica. Estas bodegas me hicieron sentir la nostalgia de las que había en mi querida Granada, como las bodegas Muñoz, Natalio y el desaparecido Suizo. Tenían que haber renacido y haber mantenido ese sabor antiguo sin desaparecer por completo. Finalmente terminamos en la Taberna Salinas, donde completamos la degustación gastronómica con una esparragada con huevos, tortilla de patatas y flamenquín. Y como no somos de copas y estamos de viaje, de vuelta al hotel para levantarnos pronto y desayunar tranquilamente para seguir ruta.
Nota: La esparragada estaba algo pasada de comino, al igual que otra que probé en Jerez de la Frontera, que parecía como si se hubiese derramado el tarro del comino en el plato. Yo que soy de utilizar bastantes especies en mi cocina, eso me sorprendió porque hay que dar un suave toque para denotar ese punto de la especie o hierba usada pero sin permitir que nos destruya el plato que estamos comiendo, que no sea el protagonista sino uno más, incluso que cueste trabajo en principio, saber, descubrir qué es.
Por lo demás, sería estupendo poder ir cada fin de semana a un sitio distinto, pero hay que espaciar los viajes, ya habrá tiempo en un futuro, espero.
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